Vamos ahora a corroborar lo dicho hasta ahora sobre el carácter y condiciones propias del verdadero
alquimista, que ya vimos en la página precedente, en la vida y los consejos de tres grandes maestros
alquimistas de antes; el grecoegipcio Zosimo, del siglo III de nuestra Era, después los del maestro árabe
Jabir ibn Hayyan (siglos VIII- IX), y por último de Alberto Magno (siglo XIII), como se ve cada adepto
perteneciente a un período histórico y una religión o tradición cultural diferente (el primero
neoplatónico o hermético, el segundo musulman y el tercero cristiano).
Hay que tener en cuenta, que algunas de las cosas de las que dicen, ya no son tan válidas, sobre todo en la parte operativa comentada por Alberto Magno, no hace falta una casa de tres pisos, ni grandes cantidades de dinero como condición para hacer la Obra de los filósofos. Esto es conforme a las condiciones de su época, más no en lo referente al carácter moral y disciplinado del artista, esto sigue siendo tan válido en aquellos tiempos como hoy en día.
CONSEJOS DE ZOSIMO DE PANOPOLIS (siglo III d. C, Alejandría de Egipto)
…."Por otro lado Zosimo afirma que la doctrina correcta era conocida
por los iniciados desde hacía tiempo, y que se había plasmado en las
obras de "muchos antiguos" y en los escritos de los judíos. Eso sí,
esta sabiduría está dispersa y oculta en mil libros, que a su vez
están distribuidos en las bibliotecas de los Ptolomeos y en las de
los grandes templos, entre los que Zósimo destaca especialmente el
Serapeion de Alejandría (destruido en 390 d C.)
Con un saber puramente libresco, sin embargo, no puede hacerse
nada,. Un verdadero alquimista debe además reunir ciertos requisitos
personales y de carácter, condiciones especiales que no deben
evaluarse como demasiado escasas. Para llegar a ser un adepto debe
mostrarse una diligencia infatigable, y además debe uno atenerse
siempre a la verdad y ejercitarse exactamente en las mismas virtudes
que hoy se esperaría encontrar en un científico. Pero hay que añadir
algo todavía más importante; quien quiera dedicarse a la Gran Obra
debe demostrar sobre todo que es digno de la imprescindible gracia
de Dios, debe estar lleno de piedad y de buenas intenciones, ha de
estar libre de egoísmo y codicia, tiene que estar siempre dispuesto
a rezar y a sacrificarse por la sabiduría salomónica. Y más
importante aun: el alquimista debe ser capaz del ensimismamiento
anímico más profundo, y solo debe practicar el arte divino en razón
de su divinidad. Zosimo cree de verdad en lo que dice. Y lo cree en
sentido literal. Exige el más profundo rigor moral, la falta de
seriedad lleva inevitablemente el signo del fracaso marcado en la
frente, y todos los intentos de los no iniciados- también de los no
iniciados desde un punto de vista moral- están condenados de
antemano a la esterilidad.
Y estériles son sobre todo los esfuerzos de aquellos que de ninguna
manera persiguen el conocimiento interior, que no se afanan por
conseguir la "gnosis" interna, son que solo intentan curar la
enfermedad de la miseria como si ellos fueran sus propios médicos
Según Zósimo la mejor manera de curar esta enfermedad es casándose
con una dama rica y hermosa.
Por otro lado, no basta en absoluto con abstenerse de sentir
avaricia y con tener un corazón puro para cumplir todas las
exigencias que Zósimo impone a la personalidad de los alquimistas.
Para que el discípulo del arte llegue a ser un verdadero adepto debe
haber sido instruido de una manera determinada, debe estar bien
formado. Un verdadero adepto puede determinar los tiempos correctos
y los momentos más favorables para la realización de la gran obra,
ya que conoce la influencia decisiva de los planetas. Además, ha de
conocer las oraciones y los conjuros apropiados, la magia, las
fórmulas y las manipulaciones mágicas que precisa, por un lado, para
procurarse el auxilio divino, y por el otro, para defenderse de la
influencia de los malos demonios que pueden echar a perder la Obra.
Zosimo menciona al espíritu demoníaco persa "Antimimos",
el "adversario", que en la gnosis cristiana aparece como la
contrapartida de Cristo.
En los Cheirokmeta que están dedicados a su hermana, Zósimo se
expresa con más detalle sobre la esencia del proceso alquímico. El
lo concibe como un proceso análogo a la creación del universo,
la "Kosmopoia". La creación química comprende la purificación y la
liberación, la redención del pneuma ligado a las sustancias o
cuerpos. Pero, qué es lo que sucede en el acto de la creación
alquímica? Demos la palabra al propio Zósimo.
"Pues para la perfección del sol celestial, rey del cielo, ojo
derecho del mundo o "anthos", llamado también florecimiento del
fuego, el cobre es elevado por el pneuma, cuando este,
suficientemente purificado, contenga "anthos", es decir, el color o
el brillo del oro, transformándose así en cielo terrenal, en el rey
de la tierra"
……"Sin embargo, la transformación de lo negro en lo dorado solo se
consigue –y volvemos otra vez a las advertencias fraternales- cuando
se mantiene a distancia a Antimimos, y se cumplen además todas las
demás advertencias dadas por Zósimo. Dios solo revela la verdad al
ser humano que es digno de dedicarse al arte divino, y esto lo hace
a través de los sueños y de las visiones que tienen lugar durante el
curso de un mágico sopor. El Señor se lo da a los suyos durante el
sueño, y cuando la verdad fundamental de la alquimia se apodera del
alquimista, entonces todas las operaciones químicas no son ya par a
él más que "un juego de niños o un trabajo de mujeres"
JABIR IBN HAYYAN (GEBER EN ROMANCE, siglos IX-X, Kufa)
"" Magisterio Perfecto de Geber, Filósofo Arabe
(Fragmento)
Por las cosas que acabamos de decir, se ve que aquel que quiera aplicarse a
nuestra Obra, debe tener varias cualidades. En primer lugar, debe ser sabio y
consumado conocedor de la Filosofía natural, pues aunque fuera rico y tuviera
mucho ánimo e interés en nuestro Arte, nunca lo podrá conocer si no ha estudiado
la Filosofía natural; ya que esta ciencia le proporciona las luces y los
recursos que su espíritu -por vivaz que sea- no le podría inspirar. De esta
manera el estudio compensa el defecto de la inteligencia natural. En segundo
lugar, es preciso que, el artista tenga espíritu vivo, penetrante e industrioso,
porque cuando posea todas las ciencias, si no tiene habilidad y destreza
natural, nunca podrá ser filósofo; pues al llegar a un fallo en su trabajo, lo
remedia inmediatamente con su habilidad. Cosa que no haría si, para corregir su
falta, sólo contara con la ayuda de la Ciencia nada más. Y de la misma manera
con la ciencia adquirida le será muy fácil evitar muchas faltas, donde podría
muy bien caer, sin ella (la Ciencia), si sólo poseyera la sola habilidad. El
Arte y el espíritu se ayudan mutuamente y se suplen los defectos el uno del
otro. Nuestro artista debe ser también firme y resuelto en lo que haya
emprendido, y no se entretendrá en cambios incesantes, haciendo ahora una prueba
y luego otra. Pues puede estar bien seguro de que nuestro arte no consiste en
una pluralidad de cosas; no es ahí desde luego, donde está la perfección. No hay
más que una sola Piedra, una sola medicina y una sola cocción. En esto consiste
únicamente nuestro Magisterio, al que no añadimos ni una sola cosa extraña, ni
en nada lo disminuimos, a no ser en la preparación que le damos, en la que
quitamos lo que hay de superfluo e inútil. Otra cosa que también le es muy
necesaria al artista, es que debe dedicarse a su trabajo con cuidado hasta que
lo haya concluido por completo, y no debe dejarlo nunca a medio hacer, de otra
manera su obra -imperfecta- en vez de proporcionarle provecho e instrucción,
sólo le causará problemas y desesperación. Es preciso, igualmente, que un
artista conozca los principios y las primeras raíces, que son la esencia de
nuestra Obra. Aquel que no sepa por donde empezar, nunca llegará al fin. Por eso
te he de hablar ampliamente de ello en este Libro; lo que voy a decir será
bastante claro e inteligible para los sabios y avisados, y bastará para
otorgarles el conocimiento de nuestro arte. El artista además, tiene que ser
moderado y no debe dejarse arrebatar f ácilmente, no vaya a ser que estropease
con su rabia, la obra que haya empezado."
"He aquí otro consejo muy importante que voy a darte. No te entretengas en las
sofisticaciones que se pueden hacer en este Arte, aplícate sólo en su
perfeccionamiento, Nuestro Arte depende de Dios que se lo da y se lo quita a
quien quiere, y como es Todopoderoso e infinitamente adorable y justo, así como
misericordioso, castigaría implacablemente los engaños que hicieras con tus
obras sofisticadas, y no sólo no permitirá que conozcas nuestro Arte, sino que
te cegará y te hará caer aun más en el error, y de ahí te sumergirá en la
miseria y la desdicha, de donde jamás podrás salir."
ALBERTO MAGNO (siglos XII-XIII)
Primero: el alquimista debe ser silencioso y discreto, llevar una vida modesta y no revelar a nadie su secreto bajo ningun pretexto, so pena de ser considerado un farsante. Es conveniente que evite la protección de interesados y de príncipes.
Segundo: Es conveniente disponer de una morada en un sitio particular, apartado de los hombres. En la vivienda debe disponer de tres habitaciones, en las que realizar las sublimaciones, las destilaciones y las disoluciones.
Tercero. El alquimista debe respetar el momento de hacer las operaciones, y las horas adecuadas para cada proceso.
Cuarto. Debe ser rápido y constante en su trabajo, pero la impaciencia no suele resultar una buena aliada.
Quinto. Es necesario que opere según las reglas del Arte, siguiendo el viejo orden establecido, procediendo en primer lugar a la trituración, en segundo a la destilación, en tercero a la fijación, en cuarto a la calcinación, en quinto a la disolución, en sexto a la destilación y en séptimo a la coagulación. Si no lo hace así, perderá sus poderes y los resultados no serán los adecuados.
Sexto. Todos los vasos y recipientes en los que se guarden medicamentos, aceites y aguas deben llevar grabados a fuego el nombre de estos y ser de vidrio o vitrificados. Si se colocan aguas sutiles en un vaso de cobre, se vuelven verdes, y si se colocan en uno de hierro o plomo, se vuelven negros y se alteran.
Séptimo. El buen alquimista debe estar siempre atento a los trabajos realizados por sus discípulos, y si sus resultados son buenos, aquellos no querrán abandonarle.
Octavo. La persona que no tenga bastante dinero para comprar lo necesario para el Arte, que no se consagre a las operaciones. Si después de comenzar la Gran Obra se le acaba el dinero, lo habrá perdido en vano y el tiempo empleado"
Alberto Magno, Libellus de Alchemia
Estimado Yoshua
ResponderEliminarHa representado para mi una verdadera alegría saber que aún hoy existen personas como tú que, movidos por la sed del verdadero conocimiento que proviene y provendrá siempre de Dios, poseen la fe, humildad, perseverancia y la constancia que se requieren para adentrase por los antiguos senderos de la gran obra, con la esperanza de que si Dios así lo dispone, poder un día llegar a ver nacer al niño coronado rey...
Saludos desde Argentina
Francisco